campesinos medievales

La Agricultura en la Edad Media

En la Edad Media la agricultura sufrió muchos cambios. Los nobles y el clero eran considerados los miembros más importantes de la sociedad feudal. Sin embargo, ellos nunca fueron la mayoría: en la Edad Media, casi todas las personas eran campesinos.
No todos los campesinos tenían la misma categoría y condición social. Muchos de ellos eran hombres libres. Entre éstos, algunos eran pequeños propietarios que vivían de sus propias tierras, mientras que otros, los colonos, le arrendaban al señor feudal una pequeña parcela de tierra llamada manso.
Otros campesinos, en cambio, eran considerados casi como esclavos: los siervos. Los siervos eran los únicos que trabajaban para mantener al clero y a la nobleza y que pagaban impuestos.
Gracias a una mejora climática y a una serie de adelantos tecnológicos, la agricultura prosperó hacia fines del siglo XI. Entonces, la población creció y las aldeas se multiplicaron.

Una economía agraria

Desde comienzos de la Edad Media, la vida comercial y urbana se había estancado considerablemente. Por ello, la tierra se convirtió en casi la única fuente de riqueza: mas del 90 por ciento de la población feudal basada, sobre todo, en el cultivo de cereales. Sin embargo, la agricultura se hallaba muy poco desarrollada, pues la nobleza, propietaria de la tierra, era adversa a las novedades y gastaba su dinero en armas y objetos lujosos en vez de destinarlo a la introducción de nuevas técnicas agrícolas o al mejoramiento de las que ya existían. Esta situación empezó a cambiar a fines del siglo XI.

Los siervos

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Muchos campesinos en la Edad Media eran siervos. Los siervos descendían, en su mayoría, de los antiguos esclavos.
La servidumbre era hereditaria: un siervo pertenecía por nacimiento al patrimonio de su señor y no podía jamás abandonar su feudo. Se los trataba como a una cosa y su amo disponía de su cuerpo, de su trabajo y de sus bienes.
Por eso, el señor que tenía siervos podía venderlos o regalarlos y, si lo consideraba necesario, castigarlos. Estos castigos eran crueles: se los azotaba, se los marcaba con hierro caliente o se les cortaba las orejas, entre otros suplicios.
Algunos siervos realizaban trabajos domésticos: los siervos ministeriales. Éstos generalmente eran mantenidos en la vivienda de su amo o en alguna de sus granjas.
Otros siervos, en cambio, cultivaban las tierras del señor: los siervos de la gleba. Estas tierras eran llamadas mansos serviles. Los siervos de la gleba tenían su propia casa, subsistían con el producto de su propio trabajo y, en caso necesario, podían vender lo que les sobraba de su cosecha. Por eso, su mantenimiento no dependía directamente de su amo.

Los campesinos libres

Los hombres libres o francos se clasificaban en colonos y villanos. Los colonos arrendaban una parcela de tierra al señor: los mansos ingenuos. Estos mansos se heredaban de generación en generación, por medio de una contrato.
Los villanos , en cambio, eran pequeños propietarios que vivían en aldeas del fruto de sus propias tierras, al margen de todo señor. Las tierras que trabajaban era llamadas alodios. En muchos lugares de Europa como, por ejemplo, en Italia y en algunos lugares de Francia, los villanos eran la mayoría.

Obligaciones de los siervos

Los señores feudales tenían la obligación de defender a las personas que vivían de sus tierras y darles refugio en tiempos de guerra.
A cambio, recibían de ellos una renta anual en dinero, en productos agrícolas o animales, el censo; una contribución si éstos se casaban, y parte de su herencia. Entre estas obligaciones se incluían, también, las siguientes:
– Trabajar durante un determinado número de días en las tierras particulares del señor: la corvée.
– Pagar una tasa llamada banalidad por usar los monopolios del castillo: el molino, la prensa de vino, el horno y los puentes, entre otras cosas más.
– Contribuir con una suma indeterminada de dinero, cada vez que el señor lo requería: la talla.

Los Impuestos

La talla

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De todas las obligaciones que se contraían con el señor feudal, la más odiada fue la talla. La talla empezó como un deber de todo subordinado de ayudar a su señor. Al principio, era un regalo excepcional al que el señor recurría sólo en caso de emergencia. Con el tiempo, la talla fue reclamada por los señores feudales cada vez con más frecuencia. El problema de este impuesto era que la suma de dinero que debía entregarse no estaba fijada por ninguna ley. Esto hizo que la talla se volviese una carga totalmente injusta, dependía de la voluntad del señor. Por eso, muchos miembros de la Iglesia se opusieron a ella y la talla fue motivo de sangrientas revueltas campesinas.

Las banalidades y el ban

La autoridad del señor feudal estaba reforzada porque poseía el poder o ban que antes había pertenecido al rey. Gracias al ban, el poder del señor en sus dominios era casi total. Entre las cargas impuestas a los campesinos, las más características fueron las que derivaron de este poder: las banalidades.
Las banalidades fueron monopolios que los señores feudales se atribuyeron en perjuicio de los cultivadores. Unas veces, se reservaban la venta del vino o de la cerveza; otras, asumían el derecho exclusivo de proporcionar el toro necesario para la reproducción de los rebaños. Con más frecuencia, obligaban a los campesinos a moler los granos en su molino, hornear el pan en su horno y prensar la uva en su prensa.

Las condiciones de vida

Las condiciones de vida de los campesinos fueron muy diversas. Durante el feudalismo, la proporción de siervos y hombres libres varió mucho según los siglos y las religiones. Además, dentro de estas dis categorías existían muchas diferencias tanto en las leyes que los regían como en el grado de prosperidad.
A pesar de estas diferencias, la mayoría de los campesinos vivía en situación de pobreza, explotación y dependencia. El anhelo por parte de muchos siervos por conseguir su libertad y los repetidos esfuerzos del campesinado libre para obtener algún beneficio fueron motivo de frecuentes revueltas.

Una vida muy sencilla

La vida de los campesinos eran muy rústicas. Casi todas las cosas que necesitaban las fabricaban ellos mismo: sus casas, sus vestidos, sus cubiertos y sus muebles, entre otras cosas más.
La choza de una familia campesina componía, generalmente, de una sola habitación con una mesa, algunos bancos y unos colchones de paja. la ventanas. Las ventanas se cerraban con maderas o telas, pues el vidrio era escaso y caro. En las chozas, también dormían animales, separados de los hombres por un tabique de madera.

La familia campesina

vivienda campesina

La amplia familia campesina a la que pertenecía un campesino estaba formado por sus parientes por línea masculina y femenina y sus cónyugues. Todos ellos quedaban ligados por sus relaciones con el jefe de grupo: el padre (o en su defecto, la madre) de la rama más antigua de la familia. A este grupo de parentesco se le reconocía a menudo la tenencia de una arrendamiento campesino, que no podía ser rescindida mientras el grupo existiera. Tal familia, compartiendo el mismo «caldero, fuego y lecho», trabajando los mismo e indistintos campos, arraigaban en idéntico trecho de tierra durante generaciones, constituía una unidad social de gran cohesión.

El hombre y las enfermedades

El hambre fue el gran enemigo de los campesinos medievales. Esto se debía, por un lado, a que gran parte de su cosecha iba a caer en manos del señor feudal, y por otro, a que las cosechas no eran abundantes y a la incapacidad de almacenarlas.
Por eso, los campesinos solían estar muy mal alimentados: la dieta campesina se basaba en el pan, legumbres, el vino y la cerveza. La carne se reservaba sólo para las grandes fiestas y el pescado se consumía muy pocas veces.
Debido a la mala alimentación, los campesinos eran presas fáciles de las epidemias como, por ejemplo, la viruela y el sarampión. Como en aquella época no existían muchos médicos ni medicinas, los enfermos morían con facilidad y la gente moría muy joven.

El ocio y las fiestas

Los únicos momentos en que los campesinos se olvidaban de sus penurias eran las épocas de fiesta. Las principales fiestas eran religiosas, y entre ellas destacaban la Navidad y la Pascua, fechas en la que se celebraban bellas procesiones.
También eran muy importantes los carnavales. En esa fecha, la gente se disfrazaba, cantaba y bailaba. Además, se realizaban fiestas para celebrar la cosecha y la matanza del ganado.
A veces llegaban a la aldea artistas ambulantes que recitaban poemas y realizaban juegos, malabares y números con animales.

carnaval en la edad media
Carnaval en la Edad Media

La expansión agrícola

Hacia fines del siglo XI, la producción agrícola comenzó a elevarse. Este fenómeno se debió en gran parte, a un calentamiento del clima, y a una menor humedad que propició las actividades agrícolas.
Además, se produjo una serie de importantes avances tecnológicos en el trabajo del campo, que contribuyeron a un aumento de los rendimientos. En el siglo XIII, el proceso de expansión agrícola llegó a su punto máximo.

Nuevas técnicas

Los adelantos técnicos buscaron aumentar las cosechas en las regiones que carecían de tierras vírgenes. Fueron tres las principales innovaciones que se hicieron en aquella época:

  • El empleo del arado de ruedas en lugar del arado romano, que no las tenía. La diferencia fundamental entre ambos instrumentos residía en la reja, que permitía el arado de ruedas no sólo abrir surcos sino, también, remover a tierra. Esta operación se facilitaba con el uso de la vertedera u orejera, que aireaba mejor el terreno.
  • La sustitución del buey por el caballo para arar los campos. Aunque el caballo era más caro y a veces incapaz de trabajar en terrenos difíciles como, por ejemplo, las regiones montañosas, este animal araba más de prisa y oreaba mejor el suelo.
  • La introducción de la rotación trienal, que consistía en alternar cultivos diferentes en cada una de las tres parcelas en las que se dividía un campo de cultivo: el primer año se sembraba trigo; el segundo año, otro cereal o leguminosa y el tercer año, se dejaba descansar el campo.
arado rueda

Al alternar los cultivos, los suelos no se agotaban. Este sistema reemplazó la rotación bienal, que consistía en la intercalación del descanso de un campo entre dos años de cosecha.

Herrerías y herramientas

Una innovación muy especial a fines del siglo XI fue la difusión de las herrerías en las aldeas: ello permitió a los aldeanos forjar sus propios instrumentos sin depender de los talleres del señor feudal. No obstante, su repercusión en las técnicas agrícolas fue muy limitada. Los instrumentos de hierro siguieron siendo muy caros. Por eso, solo los más ricos pudieron adquirirlos y, en general, se continuó trabajando con herramientas de madera. Detrás del arado, por ejemplo, los hombres deshacían los terrones con mazas de madera.

Más gente y nuevas tierras

Con el aumento de la producción agrícola, la alimentación mejoró y las hambrunas y las enfermedades disminuyeron. Entonces, la población aumentó.
El aumento de la población obligó a buscar nuevas tierras agrícolas. Entonces, comenzaron los grandes movimientos de roturación. Se cortaron muchos árboles y, de esta manera, los territorios boscosos se aprovecharon para la agricultura.
Además, se ganaron tierras secando pantanos o zonas cercanas al mar y construyendo redes de canales de drenaje, cuyo mantenimiento implicó una constante atención. Las roturaciones cambiaron los paisajes de Europa Occidental.
Como consecuencia del desarrollo de la agricultura hubo, también, excedentes en el campo. De esta manera, el comercio se revitalizó.
Asimismo, las roturaciones provocaron la fundación de nuevas aldeas a las que acudieron campesinos de tierras lejanas.

Cultivando nuevos terrenos

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Cuando la población aumentó, fue necesario cultivar terrenos nuevos. Desde el siglo XI hasta el siglo XIII, la conquista de nuevas tierras fue uno de los fenómenos más importantes de la historia europea. El fuego, la tala y el arado hicieron retroceder los bosques hasta reducirlos, a veces, a manchones desperdigados que se debían defender de los cultivadores, pues se corría el riesgo de quedarse sin madera. También se ganaron, tierras a los pantanos y zonas costeras. Muchas de estas conquistas fueron obra de campesinos aislados. A estas empresas campesinas se sumaron las roturaciones dirigidas por los señores feudales, tanto laicos como religiosos, que establecieron en sus dominios leñadores y roturadores.

Cómo citarnos

González, María y Guzmán, Jorge (2014, 29 29Europe/Madrid octubre). La Agricultura en la Edad Media. Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-media/la-agricultura-en-la-edad-media