En la batalla de Salamina, los griegos infligieron una aplastante derrota naval a los invasores y conservaron la flor de la cultura occidental .Por tierra y por mar, el gran rey persa Jerjes se movilizó con enormes fuerzas contra las ciudades estado griegas, principalmente Atenas y Esparta. En las Termopilas, apenas 300 hoplitas espartanos se sacrificaron para ganar un tiempo precioso.
Datos de la Batalla de Salamina
- Quiénes: Una fuerza naval combinada griega bajo el mando del ateniense Temístocles, en número de 300 trirremes, se opuso a 400 trirremes persas comandados por varios almirantes mientras Jerjes (m. 486 a.C.) observaba desde una prominencia cercana sentado en un trono dorado.
- Cómo: La flota persa fue aplastada y huyó en desorden tras ser atraída a aguas poco profundas. rodeada y atacada por los espolones de las naves griegas.
- Dónde: En el golfo Sarónico, cerca de la isla de Salamina, al oeste de la moderna Atenas (Grecia).
- Cuándo: 20 de septiembre del 480 a.C.
- Por qué: El gran rey persa Jerjes deseaba vengar la derrota de su padre. Darío, en Maratón una década antes y ampliar su imperio hacia Europa.
- Resultado: Los persas sufrieron graves pérdidas y se vieron obligados a retirarse. La civilización griega se conservó y continuó prosperando.
Antecedentes
Durante el siglo V a.C., el vasto Imperio persa se hallaba en la cúspide de su gloria. El reino del rey Darío I se extendía desde el Cáucaso hasta el océano Indico y desde las costas del mar Mediterráneo hasta el río Indo, y entre sus súbditos había gran diversidad de pueblos. Entre ellos se hallaban los griegos jonios, que habían colonizado la costa occidental de Asia Menor. En el 500 a.C. los jonios se alzaron en rebelión contra Darío. Fueron derrotados tras seis años de encarnizado enfrentamiento. El pueblo de Atenas había reconocido sus lazos ancestrales con los jonios e incendió la ciudad persa de Sardis. En el 491 a.C. Darío intentó castigar a los atenienses por su intromisión en lo que él consideraba un asunto interno. Su expedición punitiva, no obstante, se enfrentó a un desastre en la llanura de Maratón. Obligado a apurar la amarga copa del fracaso. Darío murió tras un reinado de 36 años, sin saciar su sed de venganza.
Entra Jerjes
Cuando Jerjes, el hijo de Darío, subió al trono de Persia, no abrazó inicialmente los deseos de venganza de su padre. No obstante, tras aplastar una revuelta en Egipto, reunió a sus consejeros para debatir otro movimiento militar contra Atenas. -Como han visto, el propio Darío estaba haciendo preparativos para la guerra contra estos hombres. Pero la muerte le impidió llevar a cabo sus planes-, dijo Jerjes. Por tanto, yo, en su nombre y en beneficio de todos mis súbditos, no descansaré hasta que haya tomado Atenas y la haya incendiado y arrasado… Si aplastamos a los atenienses y a sus vecinos del Peloponeso, ampliaremos tanto el imperio de Persia que sus fronteras serán el mismo cielo de Dios.
En el 482 a.C. se había descubierto una rica veta de plata en las minas de Laurium, cerca de Atenas. Durante el acalorado debate que se suscitó en torno al más alto y mejor uso de la riqueza recién hallada, la voz de Temístocles se alzó. Atenas debía ampliar su armada para contrarrestar la amenaza de una invasión persa. Temístocles había considerado sin duda que los persas necesitarían gran número de naves para transportar lo necesario para la guerra si se aproximaban de nuevo a Grecia. También era consciente de la competencia en el combate de los hoplitas espartanos, fuertemente armados, en tierra.
La Campaña
El historiador griego Heródoto escribió que el ejército persa contaba con cinco millones de hombres y que secaba los ríos cuando bebía al pasar. Un número más realista sería el de unos 500.000. Se afirma que la flota persa constaba de 1.207 trirremes, así llamados porque las naves eran propulsadas por remeros en tres hileras. Al principio de la campaña, los persas lograron un par de grandes gestas de ingeniería. Tendieron un puente con dos ojos sobre el Helesponto, llamado hoy los Dardanelos, de unos 1.300 metros de longitud. Cuando una tormenta destruyó los primeros puentes, se construyeron otros dos en su lugar. Los persas pasaron también tres años excavando un canal de 2,4 km de ancho para cruzar un istmo junto al monte Athos. Por último, 10 largos años después de su humillante derrota en la batalla de Maratón, el ejército persa estaba en marcha de nuevo hacia Grecia. Una serie de ciudades griegas juraron lealtad a Jerjes a medida que su irresistible fuerza avanzaba inexorablemente hacia ellas. Atenas y Esparta, sin embargo, permanecieron desafiantes, con todo en contra.
La Batalla de las Termópilas
El 18 de agosto el avance de los persas alcanzó el paso de las Termópilas, a través del cual las fuerzas tenían que pasar para llegar a Atenas. Los persas se alinearon frente al paso, que apenas tenía 15 metros de anchura y estaba defendido por 6.000 hoplitas espartanos bajo el mando de su rey, Leónidas. Una y otra vez, los persas cargaron contra los espartanos, y fueron siempre rechazados con fuertes pérdidas. Ni siquiera los Inmortales, la élite del ejército persa, bien conocidos por su arrojo e ímpetu, consiguieron ganar las Termópilas (que se traduce como paso de las fuentes termales).
Algunos de los soldados que estaban con Leónidas partieron, y todavía existe controversia acerca de si el rey los despidió con desprecio o los retiró para luchar en otra ocasión. Sea cual sea la verdad, el final estaba próximo para los 300 espartanos que quedaban el tercer día de combate en las Termópilas. Un traidor griego llamado Efialtes mostró a los persas una ruta alternativa sobre las montañas, que les permitiría atacar a las espartanos por la retaguardia. Heródoto escribió que guardaría en la memoria los nombres de los 300 espartanos que se mantuvieron firmes porque merecían ser recordados.
Cuando se le dijo a un espartano que los persas iban a arrojar tantas flechas que oscurecerían el cielo, replicó: Qué buena nueva… porque si los persas ocultan el sol, podremos combatir a la sombra. Muertos hasta el último hombre, los espartanos se cobraron la vida de dos de los hermanos de Jerjes. Años después de la batalla se alzó una placa para conmemorar la resistencia de Leónidas y sus hombres. Rezaba: Amigo, anuncia a los lacedemonios que aquí yacemos, a su ley sumisos. Los heroicos espartanos de las Termopilas no se sacrificaron en vano. Su resistencia les costó a los persas un tiempo precioso, y un par de violentas tormentas hundieron más de 200 naves persas. Temístocles, entre tanto, había conducido a la flota griega a la victoria en el golfo de Pagas y en Artemisio. Cuando recibió la noticia de que los persas habían tomado las Termópilas, Temístocles retiró su flota a la isla de Salamina, que ofrecía un puerto seguro.
Retraso y engaño
Cuando el ejército persa llegó a Atenas, la mayor parte de la ciudadanía había huido. Los que no lo hicieron fueron pasados a cuchillo. La ciudad, incluida la Acrópolis, fue saqueada e incendiada. Para obtener una victoria decisiva, Jerjes tenía que derrotar al ejército griego en tierra. Para ello, sus trirremes tenían que poder maniobrar con seguridad. Por tanto, una victoria sobre la flota griega se convirtió en una necesidad inmediata. Como Temístocles había predicho años antes, la batalla decisiva en la vida de Atenas, y de hecho de toda Grecia, tendría lugar en el mar.
Mientras Jerjes se aproximaba al estrecho istmo que conecta el norte de Grecia con el Peloponeso, los espartanos y otros peloponesos construyeron una muralla y otras posiciones defensivas. Temístocles demostró entonces su verdadero genio militar enviando a un esclavo llamado Sicino a Jerjes con información falsa. Sicino comunicó a Jerjes que existían disensiones entre los aliados griegos y señaló que la moral de las fuerzas griegas estaba menguando. De hecho, afirmó que el propio comandante griego era partidario de Jerjes y deseaba una resonante victoria persa. Evitar la huida de los desorganizados griegos garantizaría el triunfo. Jerjes se tragó el anzuelo y debilitó sus fuerzas al enviar un escuadrón de naves egipcias para cubrir posibles rutas de huida.
Disposiciones
Jerjes planeaba simplemente aplastar a los 300 trirremes griegos, que se oponían a su fuerza de 400 naves en las estrechas aguas en torno a Salamina. Temístocles, en cambio, tenía otras ideas. Desplegó su flota con los atenienses y los corintios a la izquierda, los eginetas y los espartanos a la derecha, esperando atraer a los persas a las aguas poco profundas y estrechas próximas a la bahía de Eleusis. Al aproximarse los persas, la mayoría de los trirremes griegos quedarían ocultos de ellos por una isla próxima. Con el fin de atraer a los persas a su perdición, Temístocles ordenaría a los 50 trirremes corintios bajo su mando que izaran velas y fingieran retirarse.
Los trirremes persas, construidos para combatir en mar abierto, se verían casi imposibilitados para maniobrar en el estrecho. Eran más pesados que los griegos y se elevaban más sobre el agua, a la vez que llevaban hasta 30 arqueros, a diferencia de los 14 que iban a bordo de las naves griegas.
La Batalla de Salamina
La mañana del 20 de septiembre del 480 a.C., Jerjes subió a un trono dorado en las tierras altas sobre Salamina. Se afirma que los remeros griegos cantaban un himno al dios Apolo cuando atacaron a la vanguardia persa, muy dispersa en su persecución de los corintios, supuestamente en fuga. Cuando los capitanes de las naves persas que iban en cabeza se dieron cuenta de que habían caído en una trampa, ordenaron una , ciaboga. No obstante, las naves que iban detrás de ellos no tenían a dónde ir, lo que sumió a la flota en el desorden. El número superior de los persas se había convertido ahora en un estorbo más que en una ventaja.
Una línea de trirremes griegos maniobró ordenadamente para circundar al desconcertado enemigo, y sus espolones de bronce infligieron un mortal castigo a las naves persas, que se hundieron.
Separándose de la maraña de persas contra persas, los griegos atacaban prácticamente a voluntad.
Secuelas
La flota persa sufrió un grave revés en Salamina, donde perdieron 200 trirremes, la mitad de su contingente, frente a los 40 de los griegos. Tras el desastre, Jerjes no tuvo más remedio que retirarse a un lugar seguro, por temor a que los griegos navegaran hacia el norte y destruyesen los puentes sobre el Helesponto, cercenando su ruta terrestre de aprovisionamiento.
Los griegos no reconocieron inmediatamente la magnitud de su victoria. Quedaban más combates por disputar. Cuando Jerjes partió, dejó una fuerza de 300.000 soldados bajo el mando de Mardonio. La primavera siguiente, los persas tomaron Atenas de nuevo, pero ese verano los ejércitos combinados de los atenienses y los espartanos rechazaron a Mardonio hacia el norte, derrotándole decisivamente en Platea en septiembre. Durante el mismo mes, una flota griega bajo el mando de Xantipo derrotó una vez más a los persas en Micale.
Grecia estaba libre al fin de la amenaza del dominio oriental. Durante medio siglo, Atenas mantuvo la flota más poderosa del mundo antiguo, mientras que el ejército de Esparta era la fuerza preeminente en tierra. Una rivalidad y desconfianza crecientes condujeron finalmente a las dos ciudades estado a enfrentarse entre sí. Irónicamente, los nombres de Maratón, Termópilas y Salamina eran recordados con reverencia por ambas. Había sido una época en la que los griegos habían actuado unidos, y estas victorias determinaron el rumbo de la historia de la humanidad.
Cómo citarnos
González, María y Guzmán, Jorge (2014, 4 04Europe/Madrid diciembre). Batalla de Salamina. Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/batalla-de-salamina