La destrucción de un ejército romano por Aníbal en la batalla de Cannas, mediante una brillante doble envolvente, ofreció un modelo para los comandantes durante siglos. No obstante, ni siquiera esta, la tercera de sus grandes victorias tácticas sobre la República romana, dio fin a las guerras púnicas.
Datos de cannas
- Quiénes: Aníbal Barca (247-183 o 182 a.C.), con un ejército cartaginés de 50.000 hombres, se enfrentó a los cónsules romanos Paulo y Varrón, con un ejército de 86.000 hombres.
- Cómo: Aníbal aprovechó su ventaja en la caballería y planeó una doble envolvente de los romanos. Debilitó el centro de su infantería y fortaleció sus alas con una buena infantería y caballería.
- Dónde: En la desembocadura del río Aufidio en Apulia (Italia).
- Cuándo: 2 de agosto del 216 a.C.
- Por qué: Aníbal invadió Italia para debilitar a Roma y separarla de sus aliados italianos.
- Resultado: La batalla fue una devastadora derrota táctica para los romanos, con más de 48.000 muertos y 20.000 prisioneros. Aunque la batalla tuvo un profundo efecto psicológico sobre los romanos durante siglos, las ventajas estratégicas de los recursos humanos de Roma y sus leales aliados redujeron al mínimo el impacto general de la batalla.
Antecedentes
Tras su derrota en la primera guerra púnica (264-241 a.C.), los cartagineses trataron de ampliar sus posesiones en España y recuperar Sicilia y Cerdeña. Buena parte de ello fue realizado por la familia Barca, especialmente Amílcar, el joven y distinguido general de la primera guerra contra Roma, y su hijo Aníbal. Bajo los Barca, los cartagineses extrajeron los recursos minerales y humanos que España podía ofrecerles.
Los romanos contemplaron la subyugación de España por parte de los cartagineses con cierta inquietud y así, en el 226 a.C., se firmó un tratado que situaba a España, al sur del Ebro, bajo la esfera de influencia cartaginesa, y dejaba el territorio del norte en manos romanas. Sin embargo, el tratado había de ser efímero. En el 221 a.C. el Imperio cartaginés se había enriquecido (de nuevo) y había reconstruido su ejército, compuesto principalmente por los súbditos libios de Cartago, mercenarios númidas y levas de las tribus españolas sometidas. En esta época, los cartagineses, con Aníbal al frente, respaldaron a uno de sus aliados contra Sagunto, una población situada al sur del Ebro, la sitiaron y tomaron a finales del 219 o principios del 218 a.C. Por desgracia, los romanos invocaron una alianza preexistente con Sagunto y exigieron que los cartagineses desistieran y les entregaran a Aníbal. Los ultrajados cartagineses respondieron que no harían tal cosa, y se inició así la segunda guerra púnica.
La segunda guerra púnica
Aníbal tomó rápidamente la ofensiva y emprendió una invasión de Italia con un ejército de 59.000 hombres, incluyendo 9.000 de caballería. Se movió con rapidez y evitó así los esfuerzos romanos para interceptarle en la Galia. El veloz paso de su ejército no careció, no obstante, de consecuencias, y Aníbal penetró en Italia en noviembre del 218 a.C. con una fuerza muy debilitada por la campaña: solo 6.000 soldados de caballería y 20.000 de infantería habían sobrevivido al paso de los Alpes. La estrategia cartaginesa era que Aníbal entablase batalla con rapidez, y venció una escaramuza de caballería en el río Ticino, obligando a los romanos a retirarse. Al mes siguiente, Aníbal disputó el combate clásico de la guerra cuando indujo a un ejército romano a cruzar el río Trebia. Inmovilizando a los romanos con su infantería, Aníbal utilizó su superior caballería y una fuerza oculta para atacarles por los flancos y por la retaguardia, respectivamente. Los romanos fueron aplastados decisivamente, perdiendo tal vez tres cuartas partes de sus 40.000 hombres como bajas o prisioneros de guerra.
Aníbal controlaba el norte de Italia y, en la primavera del 217 a.C, inició su marcha hacia el centro y después hacia el sur de la península. Aunque los romanos intentaron mantener a Aníbal y a su ejército confinados en el norte, este consiguió pasar junto a ellos inadvertidamente. Los cartagineses fueron perseguidos por un ejército romano y, en las orillas del lago Trasimeno, el 21 de junio, Aníbal tendió una emboscada a las tropas romanas. Atrapado entre el lago y los cartagineses, el ejército romano fue pulverizado y perdió 15.000 hombres.
Fabio máximo
Tras sufrir dos derrotas importantes, los romanos tomaron la singular medida de suspender su constitución, según la cual el estado y el ejército estaban controlados por dos cónsules elegidos anualmente, y eligieron un dictador, que proseguiría la guerra con poderes supremos durante un período de seis meses. El hombre elegido fue Quinto Fabio Máximo. Fabio diseñó una estrategia basada en que los romanos evitarían combatir con Aníbal y seguirían a su ejército. Esta «estrategia fabiana» permitía a los romanos intercambiar espacio por tiempo mientras le dificultaban a Aníbal la dispersión de sus fuerzas durante el invierno. Como los romanos y sus aliados controlaban la mayor parte de las poblaciones, esto planteaba algunas dificultades logísticas a los cartagineses. Aníbal había esperado que sus victorias convencieran a muchos de los aliados italianos de Roma para que la abandonaran, pero, en realidad, la mayoría de ellos siguieron firmes en su lealtad a los romanos. Además, el tiempo favorecía a los romanos, puesto que les permitía reunir, junto con sus aliados, un gran ejército a partir de sus significativas reservas, estimadas en más de tres cuartos de millón de hombres. El ejército romano estaba formado por soldados ciudadanos, reclutados anualmente para su entrenamiento y preparación para la próxima batalla con los cartagineses. Los romanos siguieron al ejército de Aníbal hasta Apulia, Samnio y Campania. La estrategia parecía funcionar, ya que el lugarteniente de Fabio pudo incluso infligir una derrota a los cartagineses, cuando estos últimos estaban dispersos buscando provisiones. Los romanos, no obstante, no estaban contentos con la estrategia de Fabio, especialmente porque Aníbal, en más de una ocasión, había podido superar tácticamente a los romanos cuando parecía que le tenían atrapado.
La campaña y los ejércitos
Aunque el mandato de Fabio como dictador concluyó a finales del 217 a.C., sus sucesores continuaron evitando a Aníbal, esperando la llegada de refuerzos bajo los nuevos cónsules para el año 216 a.C. Estos eran Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón. Paulo, un hombre de considerable experiencia militar, había combatido contra los ilirios y había ocupado el consulado en ocasiones anteriores. Incluso se le había concedido un triunfo por la campaña. Varrón, con menos experiencia, era un político popular con mucho apoyo, tanto de la aristocracia como del pueblo llano. Los cónsules, elegidos en marzo, habían pasado la primavera reclutando soldados adicionales y se incorporaron al ejército que vigilaba a Aníbal en Apulia en el mes de julio. Cuando llegaron, el ejército bajo su mando era el mayor que los romanos habían puesto jamás en campaña. Estaba compuesto por ocho legiones, 40.000 soldados de infantería y 2.400 de caballería, y un número equivalente de aliados italianos, con un total de 40.000 infantes y 3.600 hombres a caballo. La mitad de la fuerza romana tenía cierta experiencia, pero el resto eran soldados reclutados recientemente, con un modesto entrenamiento, y no habían combatido nunca.
Aníbal, entre tanto, había pasado el invierno en la población de Geronium, donde permaneció hasta que pudo recoger una parte de la cosecha local de cereales.
Después se desplazó unos 100 km hacia la población de Cannas, en la desembocadura del río Aufidio. Cannas era un depósito de suministro romano y le permitía controlar Apulia. En este momento el ejército cartaginés tenía unos 40.000 soldados de a pie y 10.000 de caballería. Unos 16.000 de estos infantes eran veteranos del cruce de los Alpes y de posteriores victorias; unos 10.000 de ellos eran libios y 6.000 españoles. Otros 16.000 eran celtas reclutados en el norte de Italia. El resto de la infantería eran tropas ligeras reclutadas de diversas fuentes. La caballería de Aníbal constaba de unos 2.000 españoles y 4.000 celtas de caballería pesada, y 4.000 númidas de caballería ligera. A finales de julio, los romanos habían avanzado cautelosamente sobre el ejército cartaginés en Cannas. El 31 de julio, los romanos habían acampado a la vista de las posiciones cartaginesas. La mayoría de las fuerzas romanas estaban al norte del río Aufidio, frente al campamento de Aníbal; sin embargo, una fuerza más pequeña ocupaba un campamento al sur del río.
Disposiciones
El 1 de agosto, Aníbal desplegó sus tropas al norte del río y ofreció batalla a los romanos. Los dos cónsules se alternaban el mando y ese día le correspondía a Paulo. Decidió no aceptar la oferta de batalla, probablemente porque Aníbal había formado al norte del río y se había situado de manera que el terreno le era favorable, tanto para sus soldados como, muy probablemente, para su superioridad en la caballería. Al día siguiente, cuando Varrón estaba al mando, los romanos desplegaron su ejército, con la excepción de 10.000 hombres que dejaron para proteger el campamento principal, al sur del Aufidio, y ofrecieron batalla. Aníbal aceptó, y ambas partes organizaron sus líneas de combate.
Disposición romana
Los romanos se dispusieron según su orden de combate acostumbrado. La infantería ligera, llamada los vélites, estaba desplegada delante de la línea principal. Tras ellos, las legiones y los aliados estaban dispuestos por compañías, llamadas manípulos, en tres líneas de apoyo. Esta formación se llamaba acies triplex, o triple línea de combate, en la cual los manípulos de cada línea se colocaban de manera que los de la línea siguiente pudieran adelantarse para respaldarlos: esto daba al acies triplex el aspecto de un tablero de ajedrez. Había, sin embargo, una diferencia con respecto a un acies triplex normal, en cuanto que los manípulos estaban desplegados en formaciones mucho más profundas de lo normal. Los romanos querían que las legiones tuvieran la profundidad necesaria para perforar la infantería pesada cartaginesa. Otro factor pudo haber sido el enorme tamaño del ejército romano en Cannas, que exigía formaciones más profundas y un frente más estrecho. Las líneas principales de infantería estaban protegidas por la caballería en las alas, los jinetes romanos a la derecha y la caballería italiana aliada a la izquierda. Los comandantes romanos se situaron con esta caballería: Paulo mandaba a las romanos y Varrón a los italianos.
Disposición carteginense
Aníbal dispuso sus fuerzas de manera que aprovechaba al máximo sus ventajas, especialmente su caballería, más numerosa y mejor, mientras reducía al mínimo sus puntos débiles, en particular su inferioridad numérica general. Desplegó su infantería ligera como una pantalla por delante de su línea de combate principal, para contener a los volites romanos. El centro de su línea estaba formado por unidades alternas de infantería española y celta, esperando probablemente que los veteranos españoles reforzaran a los celtas, notoriamente frágiles. Además, estos soldadas se colocaron en una formación cóncava, de manera que el centro de la línea estaba más cerca del enemigo que los que se movían por las alas. A ambos lados de los españoles y de los celtas estaban los veteranos libios, dispuestos en profundas columnas. Protegiendo el flanco izquierdo de la línea de infantería estaba la caballería pesada, celtas y españoles. El flanco derecho estaba ocupado por la ágil caballería ligera númida, que era experta en tácticas de escaramuza. Aníbal se situó en el centro de esta línea de batalla, dejando las alas de caballería a sus comandantes subordinados.
La batalla
La batalla se inició con un choque de las infanterías ligeras contrarias, que se enfrentaron con armas arrojadizas, entre ellas jabalinas y hondas. Ninguno de los lados parecía haber obtenido mucha ventaja y, a medida que las líneas principales opuestas se aproximaban entre sí, la infantería ligera se retiró tras sus respectivas infanterías pesadas. Entre tanto, en los flancos, la caballería española y celta avanzó a la carrera para entablar estrecho combate con los jinetes romanos. En este flanco, la ventaja estaba de parte de la caballería cartaginesa, que era más numerosa y probablemente estaba más fuertemente armada, con más armadura. El resultado fue que la caballería romana fue aplastada. Paulo fue herido y derribado de su caballo en el combate, y finalmente fue abatido. En el otro flanco, los númidas trabaron combate con la caballería italiana en una prolongada escaramuza, sin que ninguno de los bandos lograra imponerse. Por desgracia para los italianos, los jinetes celtas y españoles, en lugar de continuar su persecución de la caballería romana, cabalgaron por detrás del ejército romano y atacaron a los jinetes italianos por el flanco mientras estos combatían todavía con los númidas. Esto fue demasiado para los italianos, que se desbandaron y huyeron. La persecución de los italianos quedó para los númidas, mientras que la caballería pesada cartaginesa se reagrupó en la retaguardia del ejército romano.
Mientras se desarrollaban las batallas de la caballería, las dos líneas de combate de infantería se enfrentaron. En el combate inicial, las romanos empezaron a adquirir ventaja. El centro desprotegido de los celtas y españoles se vio fuertemente presionado por los romanos a medida que los manípulos romanos avanzaban para atacar el ápice de la formación cóncava. Aunque estos soldados se vieron muy presionados por los romanos, no se desbandaron. Al mismo tiempo, las veteranas tropas libias avanzaron hasta presionar los flancos de la línea de batalla de los legionarios, que había avanzado para atacar a los celtas y a los españoles.
Fin de la batalla
El resultado fue una enorme doble envolvente de las legiones romanas. Cuando los libios atacaron los flancos, las formaciones romanas no podían mantener ya el ímpetu para rechazar a la infantería española y celta en el centro. La destrucción casi total del ejército romano se completó cuando la caballería pesada española y celta cargó contra su retaguardia. Las bajas resultantes fueron asombrosas; los romanos contaron unos 48.000 muertos, entre ellos el cónsul Paulo, y más de 20000 prisioneros, que convirtieron a Cannas en una de las derrotas más sangrientas de ningún otro ejército europeo en un solo día de combate.
Secuelas
Aníbal, incapaz de convencer a los aliados de Roma de que desertaran, dejó a la urbe con significativos recursos humanos. Los romanos abrieron nuevos teatros de operaciones en España y Africa, que les permitieron obtener la victoria final.
Cómo citarnos
González, María y Guzmán, Jorge (2016, 3 03Europe/Madrid abril). La batalla de Cannas. Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/batalla-cannas