La caída de Constantinopla en 1453, con sus murallas perforadas por los cañones de asedio otomanos librados en la batalla de Constantinopla, dio fin al Imperio bizantino y estableció al Imperio Otomano como la principal amenaza para la cristiandad en el Mediterráneo y en Europa oriental durante los dos siglos siguientes.
El Imperio bizantino , que fue el bastión del Occidente cristiano contra los árabes y los turcos, había sido derrotado por los turcos seljúcidas en Manzikert en 1071, y en 1389 sus descendientes, los turcos otomanos, derrotaron a un ejército serbio en Kosovo Polje. En 1400 la mayor parte de Asia Menor estaba en manos de los otomanos, y parecía solo cuestión de tiempo que esta capital imperial de un millón de habitantes, antes floreciente, cayera ante ellos. La irrupción de Tamerlan (Timur Lenk, 1336-1405) en Asia Menor y su victoria contra los turcos en Ankara en 1402 concedieron un breve respiro a los agobiados bizantinos. En 1422 el sultán Murad II (gobernó entre 1421-1451) sitió la ciudad, pero las defensas de Constantinopla le rechazaron y este gobernador dejó en paz a los bizantinos.
Datos de la Batalla de Constantinopla
- Quiénes: El sultán Mehmed II Fatih (reinó entre 1451-1481) sitió Constantinopla con un ejército de 120.000 hombres, a los que se enfrentaban apenas 10.000 defensores cristianos griegos e italianos bajo el mando del emperador Constantino XI (reinó entre 1449-1453).
- Cómo: Los turcos utilizaron por primera vez enormes piezas de artillería de asedio para abrir una brecha en la muralla de Teodosio, que protegía la ciudad.
- Dónde: La ciudad de Constantinopla era la capital imperial bizantina (303-1453) situada en una península junto al Bósforo, el mar de Mármara y frente al Cuerno de Oro, en lo que ahora es Turquía.
- Cuándo: Del 5 de abril al 29 de mayo de 1453.
- Porqué: Los turcos otomanos habían extendido su imperio en todas direcciones y deseaban convertir Constantinopla en su capital y eliminar este baluarte cristiano.
- Resultado: La ciudad fue tomada con un gran derramamiento de sangre, y se convirtió en la capital del Imperio otomano.
Mehmed El Conquistador
Murad murió en 1451, dejando el trono a su hijo de 19 años, Mehmed (Mohamed) II, quien, durante los 30 años siguientes, fue un azote para sus vecinos musulmanes y cristianos. Mehmed quiso demostrar que era un ardiente ghazi (guerrero sagrado) conquistando Constantinopla y toda Asia Menor y los Balcanes.
La clave del éxito en el asedio de Constantinopla era la capacidad de abrir brecha en la enorme muralla terrestre de Teodosio, de 5,7 km, con sus fosos, torres y triple línea de
murallas, ¡murallas que ningún ejército había conseguido superar en más de un milenio! Sin embargo, Mehmed II había encontrado a un cristiano renegado, Urbano de Transilvania, dispuesto a construir un enorme cañón de 8 metros de longitud, con un calibre de 20 cm, que podía arrojar una bala de cañón de piedra maciza con una tonelada de peso a más de 1,5 km. El enorme cañón de Urbano quedó terminado y dispuesto para la inspección del muy satisfecho Mehmed en enero de 1453.
A diferencia de su padre, Mehmed nunca cumplía los tratados firmados con los cristianos. Ocupó los territorios bizantinos al otro lado del Bósforo y cortó los suministros de cereales de la ciudad procedentes de Rumania y del sur de Rusia, vitales para su población. En cinco breves meses (abril-agosto de 1452). Mehmed había construido un fuerte llamado Boghaz-Kesen (adecuadamente denominado el Degollador) sobre el Bósforo, cuyo único objeto era evitar que llegaran suministros por mar a Constantinopla. En noviembre una nave genovesa, que hizo caso omiso del bloqueo de Mehmed, fue hundida con un solo disparo de uno de los enormes cañones que había dentro del Boghaz-Kesen, y su capitán, Antonio Rizzo, fue empalado, mientras sus hombres eran ejecutados. Mehmed había advertido a los infieles que no pusieran a prueba su paciencia fuertemente limitada, y que los bizantinos estaban ahora a su merced.
Las fuerzas enfrentadas
Los últimos clavos del ataúd de Constantinopla llegaron durante el invierno de 1452-1453. Primero, el Occidente católico dejó de auxiliar a los cristianos ortodoxos contra el enemigo común. Hay que reconocer que el papa hizo esfuerzos desesperados, aunque ineficaces, para movilizar apoyos para una cruzada contra la mortal amenaza turca; sin embargo, Génova, que poseía el suburbio fortificado de Pera, al otro lado del Cuerno de Oro, se negó a abandonar su lucrativa, pero dudosa, «neutralidad». Solo Venecia, enemiga declarada de Génova, con extensas y vulnerables colonias balcánicas, demostró estar dispuesta y ser capaz de auxiliar a Constantinopla.
En la propia ciudad condenada no prevalecía un espíritu tan mercenario, y los cristianos de origen eslavo, griego o italiano enterraron el hacha de guerra ante la implacable aproximación del enemigo. Constantino XI, que había subido al trono apenas cuatro años antes, no solo demostró ser un gran orador, sino también un líder inspirado: señaló que estaban todos en el mismo barco, que no podían esperar piedad alguna de Mehmed, a la vista del espantoso destino de la tripulación genovesa, y que Occidente podría auxiliarles después de todo.
Eran palabras veraces, aunque de escaso consuelo para los defensores, superados en número y ahora rodeados, con apenas 10.000 hombres armados. La guardia de élite de Mehmed, los jenízaros, alcanzaban por sí solos los 12.000 efectivos, y su ejército entero sumaría diez veces esa cifra (las estimaciones varían entre 100.000 y 150.000 soldados). Lo que resultaba mucho peor es que Mehmed había conseguido, con un esfuerzo enorme, crear una verdadera flota de galeras -la primera en la historia otomana-, construida y tripulada por cristianos renegados balcánicos, que, para consternación de los defensores, penetró en el mar meridional (Mármara) a principios de marzo de 1453. Ahora la muralla marítima de Mármara también estaba amenazada y necesitaba una guarnición del minúsculo ejército de Constantino.
Comienza el asedio
Las primeras tropas otomanas, la vanguardia, aparecieron bajo la muralla terrestre el 1 de abril, y a una señal del propio
Constantino se cerraron las puertas, los puentes de madera
sobre el foso fueron quemados y se guarnecieron las murallas. Constantinopla estaba ahora claramente asediada y aislada del resto del mundo. Cinco días después llegó Mehmed con el ejército principal y acampó bajo las murallas. Los bizantinos eran maestros en la fortificación y habían reforzado la enorme muralla terrestre donde era más débil, como en Blachernae. Habían dejado las murallas marítimas a lo largo del mar de Mármara y del Cuerno de Oro con una guarnición relativamente débil, ya que los informes de inteligencia les indicaban que Mehmed se concentraría en la muralla terrestre.
El 9 de abril la flota otomana hizo un intento frustrado de atravesar la barrera que se extendía a través del Cuerno de Oro, desde la muralla marítima hasta Pera, mientras el ejército atacaba dos fuertes periféricos, Therapia y Studius. Ambos aguantaron dos días. Bajo órdenes expresas de Mehmed, los defensores fueron empalados, como advertencia a los defensores de Constantinopla de que les aguardaba el mismo destino espantoso. La barbarie de Mehmed solo sirvió para aumentar la determinación de los cristianos sitiados de luchar hasta la muerte, antes que capitular. Un tercer fuerte, en la isla de Prikipo, vio como la guarnición se quemaba viva antes que capitular.
Tres días más tarde, la artillería otomana inició un implacable bombardeo de la muralla terrestre, que continuó durante seis semanas. El gran cañón de Urbano disparaba siete veces al día, aunque los daños que causaba eran reparados fácilmente por los diligentes defensores. El 18 de abril la muralla que cruzaba el valle de Lycus, el punto más débil de defensas de la muralla terrestre, se había desmoronado, pero los bizantinos, bajo el mando del general italiano Giustiani Longo, la repararon a tiempo. Tras haber ordenado rellenar el foso, Mehmed lanzó a sus hombres al primer asalto, que le costó 400 víctimas. Los cristianos, caballeros de a pie fuertemente armados bajo el mando de Longo, no sufrieron bajas. Evidentemente, tomar Constantinopla no iba a ser un paseo, y la moral de los defensores se reanimó.
Jenízaro Turco
Fundado en 1330, este cuerpo de soldados esclavos turcos, formado a partir de niños cristianos convertidos recibidos como tributo y prisioneros de guerra, fue esencial para el éxito militar del estado otomano y continuó siendo un modelo de disciplina en los ejércitos occidentales del siglo XVI. Este soldado de infantería está armado con la cimitarra curva
característica de la época y con un arco corto. Los arqueros jenízaros demostraron su valía por primera vez en la batalla de Nicópolis (1396). cuando fueron desplegados contra la caballería con gran efectividad detrás de unas estacas en una formación de escaramuza.
Refuerzos italianos
Dos días después, una pequeña flota de buques mercantes pesados italianos bien armados forzó el bloqueo de la flota otomana con poca dificultad, utilizando artillería y fuego griego. Su llegada con noticias y cereales, muy necesarios elevó aún más la moral. Mehmed, que había presenciado la derrota en persona, se puso tan furioso que despidió a Balthoghlu en el acto y le rebajó a marinero común.
La suerte de los defensores se acabó cuando Mehmed consiguió trasladar a sus galeras sobre rodillos por el lado terrestre de Pera hasta el Cuerno de Oro. Constantinopla estaba ahora amenazada también desde el norte. Un ataque nocturno con brulotes, valientemente dirigido, pero ejecutado con ineptitud, fracasó, y dejó a genoveses y venecianos acusándose mutuamente de traición. Constantino XI estaba horrorizado del comportamiento de los italianos, diciéndoles «Nos basta con la guerra que tenemos ante nuestras puertas. Por el amor de Dios, no iniciéis una guerra entre vosotros».
El 7 y el 12 de mayo los turcos lanzaron dos asaltos nocturnos fallidos contra la sección de Lycus. Mehmed estaba ahora descorazonado y su gran visir, Halil Pasha, le instó a abandonar el asedio. Mehmed le echó un violento rapapolvo al anciano, diciéndole que conseguiría la «Manzana de Ron» (esto es, Constantinopla) cualquiera que fuese el coste que tuviera o el tiempo que llevara. Una amenaza importante para una ciudad o castillo sitiado en esta época eran los túneles. Aquí los turcos, gracias a la experiencia de los serbios, tenían ventaja y habían empezado a excavar una serie de túneles para socavar y volar la muralla terrestre. Para su fortuna, los bizantinos tenían un brillante jefe de operaciones contra minas, un caballero cruzado escocés, sir John Grant, cuyas iniciativas para inundar las minas turcas neutralizaron estos esfuerzos.
Si esto no fuera bastante, los defensores lanzaron un ataque nocturno por sorpresa el 18 de mayo y dejaron las torres de asedio turcas en llamas. Cinco días después los defensores capturaron al maestro de minas serbio, quien reveló la ubicación y profundidad de los restantes túneles turcos. Estas buenas noticias fueron atemperadas por la llegada de un solitario galeón veneciano con la noticia de que el papa no había conseguido reunir un ejército de socorro.
Malos presagios
Las días 23 y 24 de mayo, ciertos fenómenos naturales sirvieron para minar la moral de la ciudad. Existía el temor persistente de que la ciudad estaría perdida una vez que Occidente dejara de socorrer a las defensores. Había también una antigua profecía sobre la caída de Constantinopla cuando el gobernante se llamara Constantino, y el entonces emperador se llamaba Constantino XI. Durante la procesión del icono sagrado de la Virgen, lo dejaron caer descuidadamente al suelo, entre gritos ahogados de incredulidad y horror. Una vez que el icono fue recogido y la procesión continuó su recorrido, fue interrumpido por una repentina inundación. Durante el día siguiente, 24 de mayo, la ciudad se vio envuelta en un denso manto de niebla, algo inaudito en ese cálido mes y que, susurraban entre sí los conmocionados bizantinos, era el castigo de Dios por la alianza de los ortodoxos con los cismáticos católicos de Occidente.
La moral entre los sitiadores no era mucho mejor, y de nuevo Halil Pasha obligó a Mehmed a aceptar un último asalto masivo durante la noche del 28 al 29 de mayo. Si fracasaba, entonces el sultán, aceptaría levantar el asedio de una vez por todas. Al anochecer del 28 de mayo, Mehmed y sus generales habían terminado todos los preparativos mientras los defensores se preparaban para la que resultaría ser la batalla final, batalla de Constantinopla.
El asalto final
A la 01:30, unos 20.000 irregulares (bashi-bazouks) se arrojaron sobre la muralla terrestre, aunque al cabo de dos horas de despiadada pelea, los defensores, fuertemente blindados, habían dejado tan solo montones de turcos muertos sobre el suelo. Los regulares del ejército de Anatolia fracasaron también, y los asaltos contra la muralla marítima fueron igualmente un fiasco.
Entonces, por una traición o por un descuido de los defensores, algunos turcos encontraron que la pequeña puerta de Kerkaporta, entre la sección de muralla del palacio de Blachemae y la muralla principal de Teodosio, estaba entreabierta.
Sin perder el tiempo, los turcos, por centenares, penetraron entre la primera y la segunda muralla, donde los escasos defensores fueron incapaces de contener la marea.
Durante la lucha en la muralla exterior principal, Longo fue herido mortalmente y decidió hacerse evacuar al puerto, con desastrosos resultados. Los genoveses, que habían peleado hasta entonces con excepcional
determinación y bravura, vieron que su comandante: partía en una camilla y se dejaron llevar por el pánico, huyendo también hacia el puerto. Los desesperados ruegos de Constantino para que Longo se quedara fueron desatendidos, y los venecianos aullaron que esos perros genoveses les habían traicionado.
Para entonces, los turcos habían conseguido abrir la puerta principal y se abalanzaron por ella; los pequeños grupos de defensores, entre ellos el propio Constantino, cubierto con su armadura, fueron derribados donde estaban. Los catalanes pelearon con rudo fatalismo hispánico, con la certidumbre de que luchar contra el infiel les garantizaba un rápido camino hacia el paraíso.
Secuelas
Unos 4.000 defensores yacían muertos, y se afirmó que la mayor parte de la población fue esclavizada, mientras que las iglesias, monasterios y hogares fueron incendiados y arrasados o profanados. Mehmed convirtió inmediatamente Hagia Sofía en una gran mezquita. La caída de Constantinopla fue el fin del Imperio bizantino, y estableció a los turcos otomanos como una amenaza para Europa que duró hasta su fracasado asedio de Viena en 1683.
Cómo citarnos
González, María y Guzmán, Jorge (2016, 25 25Europe/Madrid marzo). La Batalla de Constantinopla. Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-media/la-batalla-de-constantinopla