Nadie sabe a ciencia cierta dónde se originó la llamada Peste Negra. La leyenda popular culpa de su contagio a los ejércitos mongoles, que llevaron la enfermedad a Europa desde Asia Central. Se dice que durante un asedio a la ciudad de Kaffa, controlada por Genova, los mongoles catapultaron cadáveres infectados por encima de las murallas de la ciudad y que los ciudadanos de esta, huyendo de la peste, se embarcaron en dirección a Italia. Desde allí la peste se extendió a toda Europa a una velocidad alarmante, arrasando a su paso comunidades rurales y urbanas.
Sea cual fuere su origen, el principal portador de la peste fue la rata negra, muy extendida en Europa, que transportaba pulgas infectadas con el bacilo Yersinia pestis. La enfermedad tenía otras dos variantes altamente contagiosas: la neumónica, que afectaba al sistema respiratorio y se contagiaba por el aire, y la septicémica, que infectaba la sangre. Su transmisión se vio facilitada por la desnutrición generalizada de una población acostumbrada a la pestilencia y a pasar penurias económicas, situación que la peste no hizo sino agravar. Se calcula que, entre 1347 y 1350, la peste segó la vida a entre un tercio y la mitad de la población europea, y durante los siguientes cuatro siglos reapareció en forma de brotes puntuales.
Síntomas
La variante bubónica de la peste fue la más extendida. Esta variante se caracterizaba por una gran inflamación de los ganglios o bubones, que podían alcanzar el tamaño de una manzana. Estas inflamaciones, dolorosísimas, solían localizarse en puntos propicios a la picadura de las pulgas, sobre todo en la garganta, las axilas y las ingles. Al principio presentaban un color rojizo que iba virando al morado y finalmente al negro, de ahí el nombre popular con el que se conoce esta epidemia. La variante bubónica provocaba la muerte en menos de una semana. La mutación neumónica provocaba tos y estornudos en el enfermo, gracias a lo cual se propagaban las bacterias. Por su parte, la variante septicémica ocasionaba una muerte casi inmediata una vez que las bacterias penetraban en el flujo sanguíneo. La velocidad con la que esta peste mataba a sus víctimas aterrorizó a la población medieval, cuya fe en la Iglesia y en la alquimia de los curanderos menguó con rapidez.
Las consecuencias de la Peste Negra
Si bien la peste diezmó a la población y acrecentó sus penurias, paradójicamente también propició un cambio fundamental en el clima social de la Europa medieval. La desaparición de tantos campesinos tuvo repercusiones beneficiosas para los que sobrevivieron, que vieron cómo la demanda de sus servicios aumentaba. Algunos lograron prosperar. Los terratenientes buscaban desesperadamente mano de obra, lo cual permitió a los campesinos cambiar de latifundio y exigir salarios más elevados. Con el fin de poner freno a las demandas crecientes de los siervos, muchos países aprobaron leyes para limitar sus desplazamientos y leyes suntuarias que especificaban qué ropas podían vestir las distintas clases y cuyo objetivo era recalcar la inferioridad de los siervos. El número de contribuyentes mermó y con él la recaudación de los impuestos con los que se financiaban las guerras de la nobleza. Hubo revueltas campesinas en toda Europa Occidental y empezó a extenderse una cierta animadversión hacia las clases acomodadas y, en especial, hacia la Iglesia.
Cómo citarnos
González, María y Guzmán, Jorge (2022, 5 05Europe/Madrid noviembre). La Peste Negra. Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-media/peste-negra