Aníbal

Aníbal

Aníbal fue un general y estadista cartaginés del siglo III a.C. Fue uno de los estrategas más destacados de la Antigüedad. Amplió las conquistas de Amílcar, su padre, en la península Ibérica y condujo sus ejércitos a través de los Alpes para invadir los territorios itálicos. Durante la   segunda guerra púnica, debido a las derrotas que infligió a la república romana, estuvo a punto de cambiar los destinos del mundo. Murió derrotado sin poder llevar a cabo el propósito que había animado toda su vida: vencer a Roma y recuperar para Cartago el dominio del Mediterráneo.

Datos de la vida de Aníbal

  • 221 a.C. Aníbal es designado jefe del ejército cartaginés en España.
  • 219-218 a.C. Tras la toma de Sagunto, cruza los Alpes e invade Italia.
  • 216 a.C. Después de vencer a los romanos en Trebia y Trasimeno, obtiene la gran victoria de Cannas.
  • 202 a.C. Es derrotado en Zama por Escipión el Africano.
  • 183 a.C. Se suicida en Bitinia.

Han-Baal o Aníbal, nombre púnico que significa Don de Baal, nació en el 247 a.C. en la gran metrópoli africana donde se fundían todas las razas y estirpes mediterráneas: Cartago. Fue el hijo primogénito de Amílcar Barca, el gran capitán cartaginés que emprendió la conquista de España después de ser derrotado por los romanos en la primera guerra púnica. La familia Barca, pese a pertenecer a la nobleza —descendía de la reina Dido, fundadora de Cartago—, estaba apoyada en el Senado por el partido popular y era acérrima defensora de la guerra contra Roma. Por eso Amílcar educó a sus hijos, los «cachorros de león» —a Aníbal le seguían Asdrúbal y Magón—, en los peligros de la guerra y el aborrecimiento a los romanos.
Aníbal tenía sólo nueve años cuando su padre quiso que le acompañara a España para que aprendiera el oficio de estratega, y le hizo jurar con él odio eterno a Roma. En tierras hispánicas transcurrió su primera juventud, hizo sus primeras armas y recibió una amplia educación.
Después de la muerte del sucesor de Amílcar, Asdrúbal Janto, el fundador de Cartagena, Aníbal fue elegido general del ejército y gobernador de España. Tenía entonces veintiséis años, época en que se casó con Himilce, una princesa española que le daría su único hijo, Aspar. Pese a la reticencia del Senado cartaginés, poco favorable a sus designios y nada generoso en hombres y dinero, el joven general se propuso terminar la obra truncada de su padre y aniquilar Roma. Primero debió consolidar el dominio púnico al sur del Ebro, conquistando varias tribus: dominó a los olcades, cruzó el Tajo, subyugó a los vacceos y en el 219 sitió a Sagunto, ciudad aliada de Roma, cuya toma, después de una heroica resistencia significó el inicio de la segunda guerra púnica.
Animado por la esperanza de aliarse con los pueblos que encontrara a su paso, Aníbal decidió conducir su ejército a través de una ruta terrestre. Al frente de sus mercenarios ibéricos y norteafricanos —pertenecían a doce naciones y hablaban nueve lenguas diferentes—, cruzó los Pirineos, en donde se le unieron los emisarios galos que lo guiarían por las montañas alpinas. Con sus 90.000 hombres, 12.000 jinetes y 40 elefantes, empleó 36 días en cruzar los Alpes, una de las marchas militares más célebres de todos los tiempos, que los historiadores describieron en tonos legendarios: las emboscadas de los montañeses, la falta de pasto en las cumbres y sobre todo la nieve que escondía el camino y hacía despeñar hombres y caballerías.

Aníbal cruzando los Alpes
Aníbal cruzando los Alpes

Ya en la península itálica, en su marcha por las pantanosas llanuras del centro, con un ejército diezmado y desmoralizado, Aníbal perdió un ojo y el único elefante que había sobrevivido. Aun así logró rehacer sus huestes y, tras vencer a los romanos en Trebia y Trasimeno, en el 216 los derrotó ampliamente en Cannas, pese a la inferioridad numérica de sus hombres. Pero Aníbal no supo aprovechar la victoria: como el Senado le seguía negando refuerzos, decidió no atacar Roma y retirarse a Capua. Su causa había empezado a naufragar, las alianzas que esperaba no llegaban y su hermano Asdrúbal, que iba a socorrerlo con 50.000 hombres, murió derrotado. Entonces dio por perdida la empresa y volvió a Cartago después de treinta y seis años de ausencia. Allí trató de negociar una paz honrosa con los romanos, pero fue vencido en Zama por Escipión el Africano en el 202, y el tratado que puso fin a la guerra fue muy oneroso para los cartagineses.
Durante los últimos años de su vida, Aníbal demostró que era un estadista tan notable como genio militar. En su cargo de sufeta («magistrado»), reorganizó la hacienda y la recuperación de su ciudad. Pero Roma exigió su cabeza y se vio obligado a huir, primero a Siria, a la corte del rey Antíoco, y por último a Bitinia, donde ayudó al rey Prusias. Ante las fuertes presiones de los romanos, y temiendo ser entregado por el débil Prusias, el gran cartaginés se suicidó con el veneno que, según Tito Livio, llevaba oculto en el cañón de su pluma. Tenía sesenta y cuatro años, y antes de ingerirlo, cuentan los historiadores, dijo estas palabras: «Libertemos a Roma de sus temores, puesto que no sabe esperar la muerte de un viejo». Corría el año 183. Cuatro décadas más tarde, su patria era atacada y arrasada por las legiones romanas. Las hogueras ardieron durante semanas y se echó sal sobre las cenizas para que Cartago no volviera a resurgir.

Mapa de la campaña de Aníbal
Mapa de la campaña de Aníbal

Cómo citarnos

González, María y Guzmán, Jorge (2016, 14 14Europe/Madrid junio). Aníbal. Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/biografia/anibal